Los primeros indicios

El manual de tópicos en el fútbol explica que del primer partido de pretemporada pocas conclusiones se pueden extraer. Y siendo lógico, no es del todo cierto. Quizá no sean conclusiones categóricas pero sí indicios y deducciones suficientes como para hilvanar teorías. Ante el Chelsea, en Japón, el Barça 2019-2020 enseñó más de lo que su juego y el marcador (1-2) sentenciaron. No jugó bien pero eso no es trascendente.


Gustó el talante de De Jong pidiendo el balón entre los centrales. Con ese descaro de quien sabe para qué le han venido a buscar. Un líder con movimiento, toque y pase que ilusionó y enamoró. Lo esencial, de todas formas, es que Valverde quede prendado y no sé si lo está del todo. El Barça le necesita en el campo desde el primer día, sin duda.


Con Griezmann también uno acabó frotándose las manos, pensando en el día que mezcle con Messi. Será una pasada. Habrá sido una buena ‘decisión’. Ya verán.


De los que ya estaban, el más feliz fue Sergi Roberto, de nuevo a su hábitat del centro del campo. Su polivalencia es una garantía en la emergencia pero no puede ser una rutina como hasta ahora en la normalidad. Valverde, al fin, se ha dado cuenta.


Lo que extraña del técnico es su cambio de parecer con Rakitic. Quien le salvó por su regularidad en sus anteriores dos años parece ahora prescindible. ¿Lo es? ¿De verdad? Será para hacer caja porque este Barça actual no se concibe sin él.

Busquets empieza con ese tono gris con el que acabó. No debería ser hoy preocupante, aunque puede llegar a serlo. Quedémonos con el resurgimiento de Rafinha, un ejemplo en todo. El fútbol se lo debe.


La mejor noticia, sin embargo, la dieron Riqui Puig y Carles Pérez, que se empeñaron en garantizar que la Masia no está en crisis. Que no es cuestión de agitar la estructura sino de apostar o no por el talento. Es cuestión de valentía y de creer. De confianza. Como la necesitó Guardiola, o Xavi, o Pedro.



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