Lucas Bernardi: las patadas para Messi, la bienvenida de Weah, las enseñanzas de Deschamps y los secretos de Gallardo
Algunos amigos lo llaman Ademar, el segundo de sus tres nombres. Otros, simplemente ‘Rengo’, una derivación de sus tantas visitas al quirófano. “Cada día estoy peor”, confiesa sobre sus dolores. Ya no corre, tampoco trota. Camina los 18 hoyos en una tarde de golf y sufre. Sabe que en el futuro habrá una prótesis en esa rodilla derecha, mientras espía la evolución de Gabriel Batistuta con su implante en el tobillo, una práctica todavía muy experimental. Solo tenía 16 años Lucas Bernardi cuando lo operaron por primera vez, y ya supo que no sería sencillo. Igual se las ingenió para construir una carrera de casi dos décadas y jugar, entre otros, con George Weah, Eric Abidal, Evra, Rafa Márquez, Bierhoff, Giuly, Raducioiu, Jovan Stankovic, Vladimir Jugovic, Emmanuel Adebayor, Morientes, Maicon, Mohamed Kallon, Marco Di Vaio, Vieri, Yaya Touré…
“Llegué a Marsella y estaba George Weah… Yo lo había visto por TV, cuando jugaba en Milan… Era el Balón de Oro y estaba ahí. En ese combo de estrellas tenés de todo, y Weah fue el primero que intentó ayudarme, el primero que se me acercó porque hablaba italiano. Si yo no hablaba con nadie, salvo con Pablito Calandria que me ayudó muchísimo. Salvo él, después de un mes y medio no me hablaba nadie. Me tenían en estudio, me tenían ahí. Pero hubo un clic: en un partido me peleé con uno de ellos, y ahí me integraron”, cuenta, mientras recuerda que el alemán Oliver Bierhoff, que ya se había recibido de economista, llegaba cada día al vestuario con diarios bursátiles y una pequeña libreta en la que anotaba los comportamientos de las acciones en la Bolsa.
Pero hubo especialmente un hombre que lo marcó en Mónaco: Didier Deschamps, que se había retirado como futbolista en Valencia y casi de inmediato se dedicó a la dirección técnica en el Principado. Ese 2001 los encontró. “A mí, Deschamps me transformó en profesional. Me obligó a entender que en la elite no se falla. Me enseñó hasta el valor de cuidar el peso. Me enseñó a hacer lo que había que hacer para jugar. Y cuando lo entendés, ya no te volvés a la Argentina. Pensá que en Francia yo era un NN, un desconocido, un tipo sin Boca, River ni selección… Y no podía poner en riesgo mi carrera por creerme más de lo que era. Entonces entendés que debés empezar de nuevo, y ahí crecés como futbolista. Yo sabía que a la tercer pelota fallada, salía. Y eso me llevó a contar las pelotas, después de la tercera… me sacaban. Realmente en Europa entendés un montón de cosas que acá no ves. Y eso me lo enseño Deschamps, también”, relata.
Bernardi, que recuerda anécdotas con el Príncipe Alberto y habla muy bien francés -lo lee asiduamente y sigue series en ese idioma-, confiesa que no mantiene ningún contacto con Deschamps, campeón del mundo con Francia en 1998, como capitán, y en 2018, como DT. “Cuando llegué a Francia me comparaban con él y nada que ver… Un ganador era Didier”.
Y alguien más fue muy especial para Bernardi en Mónaco. “Marcelo me recibió de manera excepcional y me enseñó los caminos del club”, avisa. Marcelo es Gallardo. ¿Hubiese apostado que sería este DT? “No…, no, no…, no, nunca me imaginé que sería este entrenador. Yo pasé mucho tiempo con él, también nuestras familias estaban juntas, la pasábamos muy bien. Básicamente, me tocaba jugar detrás de él, y ahí entendí que era una persona que jugaba con la cabeza. Y eso que veía como futbolista, lo sigue viendo como entrenador. No hablaba de ser técnico, pero nos faltaba mucho, teníamos toda la carrera por delante. Quizás yo empecé a hablar más rápido de ser técnico porque sabía que mi físico mucho tiempo no me iba acompañar, aunque cuando volví a Newell’s jugué mucho más de lo que debía. Los dolores en la semana eran insoportables…”
Bernardi debutó en la selección en 2000, con Marcelo Bielsa, y por entonces no tenía ninguna chance porque el puesto era de Simeone/Almeyda. Volvió con José Pekerman y hasta un año antes de la Copa de Alemania aparecía con cierta frecuencia en las convocatorias, pero el puesto era de Mascherano/Cambiasso. Nunca se ilusionó demasiado: “Siempre supe contra quiénes competía y dónde jugaba. No sufrí no ir a un Mundial. No me considero un jugador de selección, sino un jugador al que le ha tocado estar en la selección. Y son consideraciones muy distintas”, asume, y aclara.
-Agosto de 2005, Argentina-Hungría, el día del debut de Messi. Vos fuiste titular esa tarde en Budapest.
-Tuve esa suerte, sí. Ya en la Copa de las Confederaciones, en 2005, veíamos lo que estaba haciendo en el Mundial juvenil de Holanda y sabíamos que en cualquier momento José lo iba a llamar. Y en la primera convocatoria tras el Sub 20, vino. Entre aquel y el de hoy, hay dos jugadores distintos. Aquel era todo potencia, fuerte, todo uno contra uno. En esas primeras prácticas era pegarle fuerte, ‘¿ahh venís, me encarás? Te doy’. Y qué guapo era. Y en eso es igual hoy: si sabe que va al gol, no se cae. Y es porque es súper competitivo, súper competitivo. Qué puedo decir…, que fui un afortunado. Para Leo, un segundo son tres minutos. Creo que lo dijo Guardiola. Por eso Messi hace lo que hace: en sus goles, el arquero nunca está ni cerca de agarrar la pelota.
-A futuro, ¿Lionel Messi jugador de Newell’s y Lucas Bernardi técnico o presidente del club?
-Si él lo logra, ojalá estemos a la altura.
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